La mitad de perros no visitan suficiente al veterinario por cuestiones económicas. Es la realidad de EEUU, pero también de España

La mitad de perros no visitan suficiente al veterinario por cuestiones económicas. Es la realidad de EEUU, pero también en España (1)

Hace unos días, una encuesta realizada por Gallup junto a PetSmart Charities reveló un patrón inquietante: en EEUU, no se está yendo al veterinario. Por lo menos, no tanto como las familias deberían hacerlo, según una muestra representativa de más de 2.500 tutores. El estudio apunta a que muchas personas están renunciando a los cuidados básicos de sus perros y gatos por falta de recursos y no visitan suficiente al veterinario.

Por desgracia, además, no estamos hablando de cuidados estéticos o accesorios, sino de pruebas diagnósticas, vacunación, tratamientos e incluso cirugías que podrían salvar la vida de los peludos. Estos datos, también recogidos por medios como SrPerro, alertan del trasfondo, que combina el aumento de los precios y la pérdida de poder adquisitivo norteamericano. Algo que las políticas de la Administración Trump no están facilitando.

Pero ¿solo está ocurriendo al otro lado del Atlántico? Según hemos podido comprobar desde Dog Ventura, España sufre (casi) igual.

El estudio

Según Gallup+PetSmart Charities, el 52 % de los tutores admiten haber evitado alguna consulta veterinaria por falta de recursos. Dicho de otro modo, la mitad de perros y gatos no visitan suficiente al veterinario por cuestiones económicas

El informe detalla que, en estos casos, la atención veterinaria estaba vinculada con:

  • Un 22 % de las familias han renunciado a pruebas diagnósticas.

  • El 18 % ha evitado vacunas preventivas

  • Un 16 % ha descartado cirugías electivas

  • Y un 7 % ha rechazado cirugías que podían ser vitales

Sin embargo, quizá el dato más duro que he podido leer mientras preparaba este artículo es que el 65 % de los hogares norteamericanos no puede invertir más de 1.000 dólares si el animal necesita un tratamiento urgente. En pocas palabras, el presupuesto limita mucho el tratamiento de un gran número de animales en EEUU.

En cualquier caso, los precios de Norteamérica no difieren tanto de los que manejamos en España. Una vacuna básica, una esterilización o incluso una consulta de urgencias tienen costes similares en ambos países (con el ajuste obvio del coste de vida). La diferencia principal está en el sistema: EEUU muestra una total mercantilización y privatización, sin apenas redes de apoyo, veterinarios sociales o programas municipales; en España, en cambio, todavía existe cierto tejido (informal, en muchos casos) que permite amortiguar el golpe: protectoras, campañas puntuales, clínicas solidarias, o incluso convenios con ayuntamientos.

La verdadera brecha, por tanto, no es solo económica, sino estructural. En muchos países, tener un animal de compañía se sigue viendo como un lujo o una responsabilidad individualista. El acceso a la atención veterinaria depende más del bolsillo que del vínculo afectivo, y eso plantea preguntas incómodas: ¿puede la medicina veterinaria seguir avanzando si deja atrás a quienes no pueden pagarla? ¿Hasta qué punto normalizamos que cuidar a un animal bien sea una opción reservada a quienes pueden permitirse un seguro o una cuenta de ahorro veterinaria? ¿Es 100 % necesario contar con un seguro de salud veterinario? Entre los deberes que tenemos, el primero es empezar a ampliar el foco.

¿La excepción norteamericana? No, España también.

En España, diferentes informes coinciden en señalar un aumento progresivo del coste veterinario y de mantenimiento de animales. Algunos medios, como El País, se han hecho eco de un gasto veterinario anual que podría moverse entre los 200 y los 700 euros anuales por perro (y más, si sumamos extras). Cifras fáciles de incrementar entre alimentación, accesorios, material… ¿Es raro alcanzar los famosos 1.400 (y más) de los últimos bulos? Lo cierto es que no, y tampoco hay gastos deducibles en la Renta ni se contemplan ayudas públicas en la mayoría de los casos.

No obstante, existen algunos programas piloto —como “Mejores Amigos”, que ofrece atención veterinaria gratuita a familias vulnerables—, pero cuyo alcance sigue siendo muy limitado. Las protectoras, por su parte, confirman que cada vez reciben más llamadas por abandono o cesiones por motivos económicos, a menudo vinculados a enfermedades o tratamientos costosos.

Parte de la familia

Este tipo de noticias invitan a una doble reflexión: económica y cultural. Desde el Ministerio de Asuntos Sociales y Agenda 2030 (y la DGDA) se ha repetido que los animales son “parte de la familia”, pero, en la práctica, seguimos tratándolos como un lujo. Se les exige comportamiento perfecto, salud perfecta, convivencia perfecta… pero sin garantizar el acceso universal a cuidados básicos. El ejemplo claro: la mayoría de entrevistas a pie de calle dirían lo mismo que el estudio americano. Aquí los perros tampoco visitan suficiente al veterinario.

En paralelo, las aseguradoras veterinarias han crecido notablemente en los últimos años (PetPlan, Barkibu, Santévet…), y eso no es casualidad. En muchos países, se presentan ya como la única vía realista para afrontar tratamientos graves. Pero esto también plantea preguntas: ¿debería depender el bienestar de un perro o un gato de si su tutor puede pagar una póliza? Por ahora, todo indica que sí.

Rover hizo una encuesta complementaria del estudio anterior, que encaja bien tanto por el país de la muestra (de nuevo, EEUU) como por los resultados.

The Cost of Dog Parenthood in 2025 dice: «Uno de cada tres guías caninos ha reducido el gasto en otras áreas de su vida (por ejemplo, alimentos, entretenimiento) para asegurarse de dar a su perro (o gato) lo que necesitan»; además, el 34 % afirma que el gasto relacionado con sus animales sería una de las últimas categorías que recortarían, si su presupuesto fuese ajustado.

Desigualdad de recursos, no de cariño

Así, pese al discurso que prevalece («Tener un perro es un lujo»), se desmarca una idea incómoda: no parece ser un problema de vínculo, sino de recursos. De vivir en sistemas que siguen tratando ese amor como un producto más. Una desconexión evidente entre lo que el sistema puede ofrecernos y la posibilidad de cuidar a los animales como se merecen.

Lejos de culpabilizar o tratar de ser subvertivos, aquí nos planteamos las prioridades: ¿puede la medicina veterinaria seguir avanzando si no es accesible? ¿Qué papel deben tener las instituciones públicas? ¿Y qué responsabilidad tenemos, como sociedad, en construir un modelo de convivencia donde tener un perro o un gato no dependa del saldo en la cuenta corriente?

Como educador canino, mi recomendación es que empecéis a optar por seguros veterinarios, aunque nos duela, y a luchar por precios justos para profesionales, sector y apoyo del Gobierno. Pero eso, siempre es más lento.

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