Muchas familias con perros tienen dificultades para ayudarles a mantener estados y rutinas de calma. Las situaciones en casa, no obstante, pueden ser muy distintas entre sí: desde un cachorro recién adoptado a un perro sénior con dolor, pero hay varios ejercicios que te ayudarán a fomentar la calma y equilibrar sus días.
Recuerda también que es importante entender qué son los estados de calma, y este artículo te puede ayudar (actualizado en 2023)
La calma puede traducirse como una «baja activación», pero hay muchas otras variables que afectarán a esta conducta: expectativa, actividad, entorno…
Esta es una entrada con artículos de educación canina recopilados. Algo así como un refrito, que creé cuando algunos artículos interesantes de Dog’N’Roll estaban en la página de uno de mis exsocios. Hoy están en Dog Ventura, por lo que sirve como un «destacados», y poco más.
Entre 2017 y 2020, tuve una larga etapa de formación y experiencia de trabajo con perros en Dog’N’Roll y Conectadogs Associació. Compaginaba la educación canina con mi trabajo en marketing, por lo que trabajaba unas cuantas horas extra a la semana (sí: pedazo eufemismo).
Todo ello, me sirvió para adquirir mucho manejo de perros reactivos, inseguros y empezar a pulir un poco mi técnica de trabajo, pero también para aprender teoría (a saco). A menudo, escribía artículos de educación canina en varias páginas (entre ellas, Dog’N’Roll). Cuando Antonio, Félix y yo nos separamos, preferí que los contenidos creados (más orientados a canino) los aprovechasen ellos.
Así, hoy os traigo una especie de refrito con artículos de interés sobre el mundo del perro, ¡espero que os gusten!(más…)
El «no» es una de esas palabras que siempre tenemos en la boca al educar a nuestros perros. ¡Ahora no quiero! ¡Ahora no puedo! ¡NO… toques eso!
Por descontado, es necesario utilizar el «no» (al fin y al cabo, la comunicación más básica es «sí» y «no», binaria y funcional), pero sin olvidarnos nunca de que tenemos que enseñarle lo que sí puede hacer. Si educamos a los niños enseñándoles lo que sí que está permitido que hagan, lo mismo deberíamos aplicar con los perros, ¿verdad? En otras palabras, claro que podemos reñir y “castigar” una mala conducta, pero parece lógico que antes nos aseguremos de haber enseñado al perro lo que sí que está permitido hacer, ¿verdad?
No obstante, una parte de enseñar a nuestros perros lo que pueden y no pueden hacer es imponer límites. En este caso, todas las actividades que pasan por requerir de nuestra atención llevan a los guías a malentendidos bastante problemáticos para la convivencia. Aquí es cuando aparecen los perros que necesitan siempre de nuestra atención, que quieren jugar todo el día e incluso que tratan de imponerte su presencia para que los acaricies o les prestes atención.
Ahora no… quiero jugar (ni hacerte caso)
¿Y a qué me estoy refiriendo? Principalmente, a transmitir a nuestros perros (en especial, si nuestros perros son muy insistentes) el típico «ahora no quiero jugar», que también puede ser: no quiero acariciarte, interactuar contigo y un largo etcétera quese resume en “ahora no puedo prestarte atención”. Por mil razones, no importa: estamos trabajando, leyendo, intentando dormir, viendo la TV, ayudando a nuestros hijos con los deberes, lo que sea.
En esta situación, nuestro impulso siempre es el mismo: gritar al perro un «¡NO!» o similares para que entienda que no es el momento adecuado; ese «no» solemos interpretarlo como un castigo, pero casi siempre será un refuerzo para nuestro perro y, por eso, casi nunca funcionará. Vamos a ver por qué, ¿de acuerdo?
Barack Obama dedicando algo de tiempo a su perro Bo. Siguiendo el ejemplo que explico en el artículo: Obama tiene que enseñar a Bo cuando es momento de correr por la Casa Blanca y cuando es momento de descansar; si Bo empieza a ladrar o a llorar por el despacho oval buscando su atención, Obama debería ignorar esa conducta e incluso irse y, cuando Bo, esté tranquilo y calmado, Barack dejará de trabajar por los estadounidenses y saldrá a correr y a jugar a la pelota con su perro.
Nuestro perro nos insiste (lame, toca, busca, ladra) porque… ¿Te has preguntado por qué? Ahí está la clave. Quiero captar nuestra atención para interactuar con nosotros (juego, caricias, etcétera). Si nosotros le reñimos, lo que entendemos como un castigo positivo (algo malo empieza), en realidad estamos ofreciéndole nuestra atención (refuerzo positivo: algo bueno empieza). Es decir, el perro consigue justo lo que estaba buscando: que le hagamos caso.
¿Todavía no lo ves claro? Vamos a profundizar un poco en esto. ¿Qué quiere el perro? Nuestra atención, ¿verdad? Si le gritamos «noes», uno tras otro, ya la tiene, ¿y ahora qué? El perro va a intentar subir un escalón más y conseguir juego, caricias, atenciones… No solo habremos conseguido lo contrario a lo que queríamos, sino que estamos generando expectativa de que algo mejor va a llegar.
En perros insistentes esto todavía es más exagerado. No solo porque no ceden a la primera, sino porque se suben encima de nosotros, nos tapan la tele o el libro que estamos leyendo, nos pegan cabezazos, nos mordisquean… Y nosotros: empujamos, movemos, gritamos ¡no!, ¡no!, ¡no!, y así. A estas alturas, ya hemos perdido el control de la situación: primero, por todo lo que comentaba anteriormente multiplicado por diez (contacto físico, mayor excitación); segundo, porque esto ya es un juego para él. Quizá no ha conseguido exactamente lo que buscaba, pero está jugando contigo (aunque tú no creas que estás jugando con él).
Por qué estructurar el juego y los tiempos de descanso/actividad
¿Y qué hacemos? Hay dos grandes consejos que podemos darte desde Dog’N’Roll. El primero es aprender a ignorar por completo a nuestro perro cuando no sea momento de prestarle atención. En serio. Ni una mirada: fíjate cómo se comunican dos perros equilibrados cuando uno de los dos no quiere interactuar; desviarán la mirada e ignorarán al otro con el típico rollo (lenguaje gestual) del «Ey, ahora no me apetece, ¿vale?».
Por supuesto, como todas las conductas, la extinción de esta tendrá un pico (o dos, el segundo más débil, por regla general) como es habitual en cualquier conducta operante que no se sigue reforzando: en cristiano, antes de que deje de hacer eso, el perro todavía puede ponerse más insistente (llorar, ladrar, saltar más a lo bruto). Cuando el perro esté tranquilo, premiaremos esa conducta con atenciones y, de este modo, el animal sabrá cuándo es momento de hacer cosas y cuándo es momento de relajarse y guardar energías para todo lo guay que viene luego. ¿Y si insiste e insiste? Cogemos, nos levantamos, cerramos la puerta detrás de nosotros y ahí se queda. Cuando esté tranquilo, volvemos y premiamos ese estado de calma.
Los comandos de obediencia son un modo estupendo de conectar con nuestros perros mientras entrenan, piensan y generan vínculo con nosotros.
Jerarquía de necesidades en perros
Y, por supuesto, hay un segundo punto para tener muy en cuenta.Muchos de los problemas que se generan con la atención surgen de no dedicar tiempo suficiente al perro y estructurar su día y rutina. Recuerda que es muy importante enseñar a tu perro cuándo es momento de jugar, pasear y descansar para que juntos podáis establecer una rutina de vida equilibrada. Cuanto más desestructurada sea la vida del perro o menos necesidades tenga cubiertas (por este orden, en la vida diaria: necesidades biológicas, emocionales, sociales, contacto social, entrenamiento y cognición: puedes leer más sobre el tema en el sitio web de la psicóloga/educadora canina Linda Michaels, quien ha creado una pirámide de necesidades caninas (jerarquía de necesidades) similar a la pirámide de Maslow).
¡Espero que este artículo te ayude un poco a entender por qué es tan importante estructurar los tiempos de descanso y actividad de vuestros perros! Como has podido comprobar, tu atención es una herramienta educativa poderosísima con tu perro.
Cuatro pautas para tener en cuenta sobre el «ahora no»
#1. Desde nuestra perspectiva, el «no» debe existir en la educación canina, pero siempre debe primar el «sí». Además, siempre que aparezca un «no» debería aparecer luego un «sí». Un ejemplo rápido: nuestro perro mordisquea la alfombra, si no queremos que lo haga, le diremos que «no» con seguridad y le ofreceremos una alternativa de lo que sí puede hacer (por ejemplo, jugar con un mordedor).
#2. Este artículo está muy enfocado a ofrecer unas bases educativas, pero es posible que perros que lleven mucho tiempo realizando una conducta (y reforzándose en ella) o animales muy insistentes, ignorar puede no ser siempre la mejor opción, llegando incluso a ser peligroso en perros con poca tolerancia a la frustración. En estos casos, te recomiendo contactar con un profesional y ofrecer a tu perro alternativas de enriquecimiento ambiental y de contención (por ejemplo, el transportín sobre el que hemos escrito dos artículos en este blog y, en breve, os traeremos una guía en formato eBook).
#3. Para favorecer una lectura fluida del artículo, no he entrado a hablar sobre la extinción de un comportamiento. Hay que tener presente que ignorar al perro y no reforzar esa conducta supondrá siempre la búsqueda (autónoma) de conductas alternativas de la que deberemos a estar muy atentos. En otras palabras, en educación canina, siempre que hablamos de la extinción de una conducta, simplificamos el hecho de que, o bien el perro deriva hacia un comportamiento más aceptable, o bien (lo lógico y el trabajo bien hecho) nosotros debemos ofrecerle una conducta alternativa funcional para todos. Si quieres saber más, en este artículo de Dog Train Cantabria sobre el castigo negativo y la extinción de conductas se explica bastante bien.
#4. Dependiendo de cada perro, además, pueden ser muy interesante plantear ejercicios de control y autocontrol, así como comandos como el «a tu sitio», el uso de transportín, enseñar cuando se inicia y se acaba el tiempo de juego con una palabra (por ejemplo, al principio: «¡a jugar!» y, al final, «¡fin!») y alternativas de enriquecimiento ambiental. En cualquier caso, todo aquello explicado en el artículo no es una fórmula mágica que funcione con todos los perros ni mucho menos, sino unas pautas de iniciación que te orienten sobre el «ahora no» y nuestra atención como refuerzo y castigo.
En la educación canina, es importante cómo suelen gestionarse y reforzarse los estados de calma en el perro. No es raro que, entre paseos, juego, entrenamiento, etcétera, olvidemos la importancia de manejar los estados de calma del animal: para cualquier perro, no solo es muy importante construir unas pautas educativas, sino hacer que estas sean armónicas para convivir en equilibrio.
Los estados de calma y el estrés canino
La mayoría de los educadores estamos de acuerdo en que el estrés es un motor natural para generar acción y propio de cualquier organismo que se ve sometido a un nivel de exigencia.
El estrés no es ajeno a nosotros, ni es malo en sí mismo: sin estrés, no hubiésemos conseguido inventar los aviones o sacarnos una carrera en la universidad; sin estrés, un perro no aprendería jamás los fundamentos de la obediencia básica o avanzada que le permiten una vida mejor en sociedad.
Entonces, ¿cuál es el problema?
El estrés excesivo, es decir, un perro que bordea o supera los umbrales de estrés naturales es un perro que no puede estar equilibrado, y es nuestra obligación como guías ayudarle a construir estados de calma.
En el párrafo anterior, sin embargo, no hemos mencionado que el estrés propio de cualquier ser en la naturaleza no tiene nada que ver con las prisas por pasear rápido en la ciudad, por conseguir la llamada perfecta en un par de días o la falta de tiempo para jugar o disfrutar el día a día con ellos. Mantener niveles de estrés antinaturales tiene problemas verdaderamente graves en nuestros perros que dan como resultado animales inquietos.
Premisas básicas relacionadas con los estados de calma
Dicho esto, hay que hacer un par de matizaciones:
Los estados de calma son naturales en cualquier perro, por lo que el juego y el ejercicio deben estructurarse adecuadamente: tan malo es que un perro no corra, ni interaccione con otros perros, ni pise la montaña o persiga una pelota como que lo haga todo el día.
La excitación constante por conseguir perros que lleguen a casa cansadísimos genera animales que omiten los periodos de calma en su día a día: podemos entrenar o jugar con explosividad —que no es lo mismo que sobreexcitando—, pero siempre respetando los tiempos de calma.
Si cumplimos los dos puntos anteriores, conseguiremos perros más equilibrados, que rinden más durante los entrenamientos y, a la vez, se concentran y aprenden mejor.
Vale. ¿Y qué ocurre si tenemos un perro que, por una u otra razón, no consigue calmarse?
Toca trabajar los estados de calma, y esto lo podemos hacer como parte de su rutina y también a través de ejercicios. Vamos a valorar primero un ejercicio que une control, autocontrol y refuerzo del estado de calma, ¿os parece?
Trabajando los estados de calma en el perro
El juego y la interacción (caricias, atención, etcétera) son refuerzos utilísimos para educar y adiestrar: no solo resultan más naturales, sino que generan vínculo, con todo lo positivo de ello. Pero reforzar estados de calma en perros muy inquietos o nerviosos puede resultar complicado mediante juego o atención.
Por eso, la comida es una opción muy útil aquí.
Otras recompensas que podemos utilizar para inducir y trabajar estados emocionales es el contacto, pero a niveles muy bajos y siempre haciendo uso de la armonía y la tranquilidad en nuestros movimientos.
El objetivo último será siempre conseguir perros que sepan gestionar sus propios estados de calma, y, para ello, aspiramos a una posición corporal de descanso y relajación (lateral, con la cabeza tumbada en el suelo).
Esperar a que nuestro perro (sin decirle nada) se siente o tumbe en el suelo, o en su cama; premiar y alejarnos.
Si se tumba con las patas traseras hacia un lado (para buscar más comodidad, pero también nos indica una mayor relajación al ser una pose de mayor indefensión), también felicitaremos.
Si vemos que apoya la cabeza en el suelo, también debemos premiarle.
Por último, obtener un estado de relajación total se traducirá en un perro tumbado de costado, respirando tranquilo y visiblemente relajado.
En este ejercicio, si se mueve o rompe el ejercicio, deberíamos volver a ponerle en quieto y empezar de nuevo, puesto que buscamos una postura corporal que induzca la relajación a nivel cerebral.
Nota: en el pasado, era habitual trabajar estas fases del ejercicio anterior como un ejercicio en el que, poco a poco, y a través de la obediencia funcional conseguíamos un perro que se «aburriese» y se «tumbase». Si bien, en mi experiencia profesional, vale más la pena crear posiciones de «baja activación».
Sin embargo, para acelerar esos estados de calma te recomendamos que refuerces y recompenses cualquiera de las actitudes anteriores: de este modo, estarás enseñando a tu perro cuándo tiene sentido estar activo y cuándo debería descansar. Por supuesto, todo lo que te hemos explicado en este artículo debe complementarse con las actividades imprescindibles para cualquier perro: paseo, interacción social, juego y ejercicio físico y mental, entre otras.
Fomentar la calma sin exigir al perro autocontrol
Por regla general, no obstante, no trabajamos la calma y el autocontrol como un ejercicio único, sino que preferimos reforzar la calma por un lado y trabajar el autocontrol por otro: esto es debido a que el control y el autocontrol de un perro requiere de exigencia, y la exigencia, a menudo, suele ser sinónimo de estrés.
Antes de empezar cualquier trabajo con el perro, debemos asegurarnos de que todas sus necesidades (primarias, físicas y mentales) estén cubiertas: un perro que tiene pis o caca, excesiva hambre o que no pasea lo suficiente, es muy difícil que pueda estar calmado y, en la misma línea, que se pueda empezar cualquier trabajo relacionado con la calma.
Asimismo, si tenemos oportunidad, debemos empezar a desarrollar la calma desde que el perro es un cachorro y, a nuestro parecer, la mejor forma para ello es habituar correctamente al perro al transportín o kennel: con una buena introducción, el cachorro se adaptará fácilmente a este y lo reconocerá como su espacio particular donde estar tranquilo y relajado.
Para trabajar la calma con el transportín, hay que haber realizado una buena habituación y positivización de la herramienta y entender que el transportín debe ser un lugar seguro para el perro.
Algunas recomendaciones que debemos seguir son:
Dejaremos que el perro se relaje profundamente en el transportín antes de sacarlo: de este modo, el perro aprende a estar calmado en su interior y, sobre todo, no aprende que “los nervios” conducen a salir del transportín.
Un buen truco es invitarlo a entrar en el transportín después de salir a pasear un buen rato y ofrecerle su comida en el interior del kennel.
Controlaremos siempre los tiempos: un perro habituado puede estar en el transportín varias horas, pero empezaremos siempre por minutos; el transportín es una herramienta para facilitar los tiempos de calma, y nunca para “encerrar a tu perro”.
Si no nos gusta el transportín, podemos promover estados de calma similares mediante una caseta o una cama para perros, sin embargo, como se puede ampliar en este otro artículo, las ventajas del kennel son muchas. En cualquier caso, mientras trabajamos la calma es importante retirar del alcance del perro juguetes y otros objetos que puedan generar excitación.
Enseñar al perro a… ¿no hacer nada?
Siguiendo la idea anterior, ¿qué creéis que hará un perro al que le retiramos cualquier juguete y nuestra atención? Exacto. Lo más probable es que se tumbe a nuestro lado a mirarnos o se eche a descansar, ¿verdad?
Cuando consigamos esto, podemos felicitarle suavemente con la voz y acariciarle —para los perros que se excitan mucho cuando se les acaricia, hay que hacerlo con mucha suavidad y con pasadas largas—, siempre manteniendo ese estado de calma y evitando que se rompa tras nuestra interacción.
Hay canales en YouTube donde encontrarás música relajante para perros también. Oye, ¡todo suma!
Generar calma a través de la nariz
El poco uso que muchos perros hacen de su olfato también genera perros poco equilibrados; por ello, fomentar la calma suele ser también sinónimo de plantear a nuestro perro retos usando su nariz: rastreo, alfombra olfativa o detección deportiva son tres opciones que harán que tu perro esté mucho más equilibrado y tranquilo.
Paseos que generan calma
¡Incluso paseando podemos generar calma en el perro! Difícil de creer a veces, ¿verdad? Eso es debido a que, muy a menudo, el paseo está asociado al momento del día en el que el perro recibe la mayor parte de los estímulos, pero… ¿y si nos sentamos en un banco tras pasear un buen rato a no hacer nada? El perro terminará por sentarse, relajarse, o tumbarse, y podemos reforzar esa calma de la que hablábamos en un punto anterior con caricias y palabras.
Como ves, la calma es un estado que, tanto en perros como en personas, podemos reforzar, pero nunca forzar. Pensemos siempre en la típica frase de madre: “¡Estate tranquilo/a!”, ¿acaso te relajabas por ella? No, porque no puedes forzar la calma, así que usemos siempre el sentido común y busquemos siempre formas de reforzar sin forzar.
Algunos consejos finales para fomentar la calma
Es imprescindible que tu perro esté bien estimulado tanto física como mentalmente: esto genera equilibrio.
No podemos ni exigir ni pretender trabajar la calma con perros que llevan 8 horas esperando a que volvamos de trabajar: ese perro estará ansioso por salir a la calle a hacer sus necesidades, a oler, a jugar con nosotros. La calma, después.
No debemos ejercitar al perro en exceso: tanto mucho ejercicio como poco ejercicio generan perros inquietos y estresados.
Asegurémonos de que no estamos reforzando la conducta de excitación del perro: ¿parece obvio, ¿verdad? Pues, a menudo, muchas conductas han sido reforzadas inconscientemente por la propia familia.
Evita los juegos que generan un exceso de frustración en tu perro: por un lado, es importante conseguir perros tolerantes a la frustración, pero un exceso de esta siempre es un catalizador de estados de estrés.
Pasea con el perro sin prisa. ¡Disfruta del paseo! Muchas veces es nuestro día a día aquello que no nos permite disfrutar de nuestro compañero y dejar que él disfrute con nosotros.
Crea rutinas: un perro agradece siempre saber qué toca en cada momento y esto le mantiene tranquilo.
No permitir que los perros tengan acceso a ventanas, terrazas o balcones puede ayudar: algunos perros se frustran y se estresan muchísimo al ver pasear por la calle a otros perros o personas o al escuchar ruidos propios de la ciudad.
No es lo mismo un mastín que un border collie, o un cachorro y un perro adulto: es importante saber qué perro tenemos.
¡Fomenta el autocontrol en tu perro! Sobre este tema hablaremos en otro artículo, así que lo dejamos para la siguiente.
Por descontado, si sientes que la actitud de tu perro te supera o es demasiado inquieto, puedes contactar con nosotros: ¡estaremos encantados de ayudarte!
Utilizamos cookies para mejorar tu experiencia en esta página web. Al navegar por este sitio web, acepta nuestro uso de cookies. (¡Y no te las comas todas! 🍪)