El «no» es una de esas palabras que siempre tenemos en la boca al educar a nuestros perros. ¡Ahora no quiero! ¡Ahora no puedo! ¡NO… toques eso!
Por descontado, es necesario utilizar el «no» (al fin y al cabo, la comunicación más básica es «sí» y «no», binaria y funcional), pero sin olvidarnos nunca de que tenemos que enseñarle lo que sí puede hacer. Si educamos a los niños enseñándoles lo que sí que está permitido que hagan, lo mismo deberíamos aplicar con los perros, ¿verdad? En otras palabras, claro que podemos reñir y “castigar” una mala conducta, pero parece lógico que antes nos aseguremos de haber enseñado al perro lo que sí que está permitido hacer, ¿verdad?
No obstante, una parte de enseñar a nuestros perros lo que pueden y no pueden hacer es imponer límites. En este caso, todas las actividades que pasan por requerir de nuestra atención llevan a los guías a malentendidos bastante problemáticos para la convivencia. Aquí es cuando aparecen los perros que necesitan siempre de nuestra atención, que quieren jugar todo el día e incluso que tratan de imponerte su presencia para que los acaricies o les prestes atención.
Ahora no… quiero jugar (ni hacerte caso)
¿Y a qué me estoy refiriendo? Principalmente, a transmitir a nuestros perros (en especial, si nuestros perros son muy insistentes) el típico «ahora no quiero jugar», que también puede ser: no quiero acariciarte, interactuar contigo y un largo etcétera que se resume en “ahora no puedo prestarte atención”. Por mil razones, no importa: estamos trabajando, leyendo, intentando dormir, viendo la TV, ayudando a nuestros hijos con los deberes, lo que sea.
En esta situación, nuestro impulso siempre es el mismo: gritar al perro un «¡NO!» o similares para que entienda que no es el momento adecuado; ese «no» solemos interpretarlo como un castigo, pero casi siempre será un refuerzo para nuestro perro y, por eso, casi nunca funcionará. Vamos a ver por qué, ¿de acuerdo?
Nuestro perro nos insiste (lame, toca, busca, ladra) porque… ¿Te has preguntado por qué? Ahí está la clave. Quiero captar nuestra atención para interactuar con nosotros (juego, caricias, etcétera). Si nosotros le reñimos, lo que entendemos como un castigo positivo (algo malo empieza), en realidad estamos ofreciéndole nuestra atención (refuerzo positivo: algo bueno empieza). Es decir, el perro consigue justo lo que estaba buscando: que le hagamos caso.
¿Todavía no lo ves claro? Vamos a profundizar un poco en esto. ¿Qué quiere el perro? Nuestra atención, ¿verdad? Si le gritamos «noes», uno tras otro, ya la tiene, ¿y ahora qué? El perro va a intentar subir un escalón más y conseguir juego, caricias, atenciones… No solo habremos conseguido lo contrario a lo que queríamos, sino que estamos generando expectativa de que algo mejor va a llegar.
En perros insistentes esto todavía es más exagerado. No solo porque no ceden a la primera, sino porque se suben encima de nosotros, nos tapan la tele o el libro que estamos leyendo, nos pegan cabezazos, nos mordisquean… Y nosotros: empujamos, movemos, gritamos ¡no!, ¡no!, ¡no!, y así. A estas alturas, ya hemos perdido el control de la situación: primero, por todo lo que comentaba anteriormente multiplicado por diez (contacto físico, mayor excitación); segundo, porque esto ya es un juego para él. Quizá no ha conseguido exactamente lo que buscaba, pero está jugando contigo (aunque tú no creas que estás jugando con él).
Por qué estructurar el juego y los tiempos de descanso/actividad
¿Y qué hacemos? Hay dos grandes consejos que podemos darte desde Dog’N’Roll. El primero es aprender a ignorar por completo a nuestro perro cuando no sea momento de prestarle atención. En serio. Ni una mirada: fíjate cómo se comunican dos perros equilibrados cuando uno de los dos no quiere interactuar; desviarán la mirada e ignorarán al otro con el típico rollo (lenguaje gestual) del «Ey, ahora no me apetece, ¿vale?».
Por supuesto, como todas las conductas, la extinción de esta tendrá un pico (o dos, el segundo más débil, por regla general) como es habitual en cualquier conducta operante que no se sigue reforzando: en cristiano, antes de que deje de hacer eso, el perro todavía puede ponerse más insistente (llorar, ladrar, saltar más a lo bruto). Cuando el perro esté tranquilo, premiaremos esa conducta con atenciones y, de este modo, el animal sabrá cuándo es momento de hacer cosas y cuándo es momento de relajarse y guardar energías para todo lo guay que viene luego. ¿Y si insiste e insiste? Cogemos, nos levantamos, cerramos la puerta detrás de nosotros y ahí se queda. Cuando esté tranquilo, volvemos y premiamos ese estado de calma.
Jerarquía de necesidades en perros
Y, por supuesto, hay un segundo punto para tener muy en cuenta. Muchos de los problemas que se generan con la atención surgen de no dedicar tiempo suficiente al perro y estructurar su día y rutina. Recuerda que es muy importante enseñar a tu perro cuándo es momento de jugar, pasear y descansar para que juntos podáis establecer una rutina de vida equilibrada. Cuanto más desestructurada sea la vida del perro o menos necesidades tenga cubiertas (por este orden, en la vida diaria: necesidades biológicas, emocionales, sociales, contacto social, entrenamiento y cognición: puedes leer más sobre el tema en el sitio web de la psicóloga/educadora canina Linda Michaels, quien ha creado una pirámide de necesidades caninas (jerarquía de necesidades) similar a la pirámide de Maslow).
¡Espero que este artículo te ayude un poco a entender por qué es tan importante estructurar los tiempos de descanso y actividad de vuestros perros! Como has podido comprobar, tu atención es una herramienta educativa poderosísima con tu perro.
Cuatro pautas para tener en cuenta sobre el «ahora no»
#1. Desde nuestra perspectiva, el «no» debe existir en la educación canina, pero siempre debe primar el «sí». Además, siempre que aparezca un «no» debería aparecer luego un «sí». Un ejemplo rápido: nuestro perro mordisquea la alfombra, si no queremos que lo haga, le diremos que «no» con seguridad y le ofreceremos una alternativa de lo que sí puede hacer (por ejemplo, jugar con un mordedor).
#2. Este artículo está muy enfocado a ofrecer unas bases educativas, pero es posible que perros que lleven mucho tiempo realizando una conducta (y reforzándose en ella) o animales muy insistentes, ignorar puede no ser siempre la mejor opción, llegando incluso a ser peligroso en perros con poca tolerancia a la frustración. En estos casos, te recomiendo contactar con un profesional y ofrecer a tu perro alternativas de enriquecimiento ambiental y de contención (por ejemplo, el transportín sobre el que hemos escrito dos artículos en este blog y, en breve, os traeremos una guía en formato eBook).
#3. Para favorecer una lectura fluida del artículo, no he entrado a hablar sobre la extinción de un comportamiento. Hay que tener presente que ignorar al perro y no reforzar esa conducta supondrá siempre la búsqueda (autónoma) de conductas alternativas de la que deberemos a estar muy atentos. En otras palabras, en educación canina, siempre que hablamos de la extinción de una conducta, simplificamos el hecho de que, o bien el perro deriva hacia un comportamiento más aceptable, o bien (lo lógico y el trabajo bien hecho) nosotros debemos ofrecerle una conducta alternativa funcional para todos. Si quieres saber más, en este artículo de Dog Train Cantabria sobre el castigo negativo y la extinción de conductas se explica bastante bien.
#4. Dependiendo de cada perro, además, pueden ser muy interesante plantear ejercicios de control y autocontrol, así como comandos como el «a tu sitio», el uso de transportín, enseñar cuando se inicia y se acaba el tiempo de juego con una palabra (por ejemplo, al principio: «¡a jugar!» y, al final, «¡fin!») y alternativas de enriquecimiento ambiental. En cualquier caso, todo aquello explicado en el artículo no es una fórmula mágica que funcione con todos los perros ni mucho menos, sino unas pautas de iniciación que te orienten sobre el «ahora no» y nuestra atención como refuerzo y castigo.