¿Qué pasó con los cachorros adoptados en la pandemia del Covid?

¿Qué pasó con los cachorros adoptados en la pandemia del Covid

Llevo un montón de años trabajando como educador canino, pero ninguna época ha sido tan desafiante como el coronavirus. A muchos niveles, pero también para los cachorros adoptados en la pandemia del Covid. Durante los meses más duros, muchas personas adoptaron o compraron perros con la esperanza de llenar un vacío: el de la soledad, el encierro o, en pocas palabras, la falta de rutina. En aquel momento, parecía (más o menos) una buena idea. Y, en parte, lo fue para muchos animales, pero años después, quienes trabajamos en educación canina seguimos recogiendo los pedazos de aquel experimento social sin precedentes.

Y no lo digo yo, hay varios estudios con notable proyección que lo demostraban el año pasado (y también este: los tenéis al final recogidos).

En este sentido, escribí un artículo con un sesgo enorme sobre mi trabajo en Coco y Maya (2023), donde creo que se puede rastrear un poco mi día a día (y el de las compañeras caninas, en esa época), que han confirmado estudios como el que también mencionaban en 20minutos.

Crecer en un mundo irreal

Volviendo a 2020. Las calles estaban vacías. No había tráfico, no había niños jugando en los parques, no había fuegos artificiales ni terrazas llenas de gente. Para un cachorro, ese mundo sin estímulos fue la norma entre marzo de 2020 y principios de 2021. Un periodo largo de tiempo (que siguió siendo relativamente inestable durante muchos más meses) en el que muchos perros  y de socialización temprana sin aprender a gestionar situaciones cotidianas: una moto que arranca de golpe, un grupo de personas, un perro que se acerca por la acera… Los cachorros adoptados durante el Covid nunca vivieron equis experiencias.

Nada de eso era viable. Y, de un día para el otro, todo volvió a la normalidad en muchos sentidos. OK. Llevábamos mascarillas (hasta 2023) y teníamos algunas normas humanas, como la distancia social, pero lo que para nosotros fue una tregua del ruido, la contaminación y un problemón social, para ellos fue una socialización de mierda (perdón) escasa.  La mayoría de cachorros adoptados durante la pandemia del Covid aprendieron a vivir en un entorno «blando», y cuando la vida volvió a ser ruidosa, caótica y llena de estímulos, no estaban preparados.

Como yo mismo comentaba:

¿Lo más común? Animales que habían desarrollado apego ansioso (o inseguro) y ansiedad por separación, que suelen ir en packLos perros fueron los grandes perjudicados del final del teletrabajo, y tener que gestionar este cambio, de golpe, no ayudó. Por desgracia, todavía no somos muy conscientes de las necesidades más básicas de nuestro mejor amigo.

Se rompe la rutina

A esto se sumó otro problema: la ruptura de una rutina constante. Durante meses, millones de perros vivieron (literalmente) pegados a sus humanos. Día y noche. Para muchos, fue su única etapa de apego temprano. El final del teletrabajo y el regreso a la oficina no solo cambió nuestras rutinas, también las suyas.

En poco tiempo, la mayoría de compañeros empezamos a ver una avalancha de casos de ansiedad por separación y apego ansioso ante cualquier cambio en el día a día. En mi caso, entre 2020 y 2022, más del 70 % de las consultas fueron por problemas relacionados con miedo, ansiedad o incapacidad para adaptarse a la rutina humana. Quería coger otros casos, pero no me cabían en la agenda: ese era el nivel en Barcelona y cercanías.

Y va mucho más allá de mi experiencia: educadores y etólogos de todas partes lo comentaban: desde perros con bloqueos para cruzar la puerta de la calle hasta animales que se bloqueaban o querían volver corriendo al portal ante un ruido fuerte. (Los casos más curiosos se había generado por los «aplausos de las ocho de la tarde», por cierto.)

En gran medida, las protectoras se vieron inundadas de casos (por personas enfermas, a menudo), abandonadas a su suerte y obligadas a vivir de la caridad (algo demasiado común). En 2021, la alarma por perros devueltos o abandonados tras el confinamiento.

Entre los datos más destacados, los medios apuntaban:

«Un 17%[…]se lo planteaba con un solo objetivo: poder salir a pasear más y evadir las restricciones impuestas por el estado de alarma.» 

O:

A finales del pasado mes de mayo [2020] ya se contaban nada menos que 2.000 abandonos en nuestro país, y solo estábamos en las primeras fases de la desescalada.

En otros países, la dinámica tras la Covid-19 no fue muy distinta para los perros. 

El febrero pasado, otro estudio de PLOSOne, realizado en el Reino Unido, confirmaba algo similar: las conductas problemáticas y los factores de riesgo en pandemia influyen entre los guías y los perros que se hicieron adultos en esa época. Las familias afirman que los problemas de conducta son una carga física y emocional para la convivencia: fuente de estrés.

Además, si los perros fueron adoptados a raíz de la pandemia, hoy todavía son percibidos como una carga mayor para estas familias. De nuevo, un vínculo fuerte gracias a un reforzamiento positivo y una educación respetuosa parecen claves para mantener relaciones menos deterioradas entre guía y perros. Por el contrario, el estudio también apuntaba que el uso de gritos, tirones de correa y golpes había conseguido el efecto contrario.

Cachorros pandémicos durante el Covid: cuando te llamaban tarde

Quizá lo más duro no fue el volumen de trabajo, sino el tipo de casos. Durante ese tiempo, apenas hubo espacio para pautas educativas o juegos de olfato: eran semanas de “apagar fuegos”, de animales que estaban al límite. Y de familias que llegaban agotadas, frustradas, sin saber por qué su perro tenía miedo a todo.

Muchas veces, ese miedo no era irracional, sino la consecuencia de haber vivido sus primeros meses en un contexto fuera de lo común. Como si a un niño le pidieran desenvolverse en una gran ciudad desde el minuto 0 sin haber salido nunca del campo. Hoy, el panorama ha cambiado. Pero algunos de esos perros siguen viviendo con las secuelas. Y los educadores que estuvimos ahí lo recordamos como una etapa laboral intensa.

Un apunte final

No es culpa de nadie en concreto. Nadie tenía el manual de instrucciones para una pandemia global. Pero si algo hemos aprendido, es esto: un cachorro no puede esperar a que el mundo vuelva a la normalidad. Necesita experiencias, estímulos, seguridad y una guía clara. Y lo necesita desde el primer día.

Por descontado, si esto sucede de nuevo —esperemos que no sea pronto—, recordemos que adoptar un perro es un compromiso a largo plazo, incluso si el mundo se para. En muchos sentidos, los cachorros que crecieron en pandemia no tuvieron un marco para poder trabajar y exponerse a muchas situaciones, pero, después, tampoco lo hicieron. Solo cuando los problemas empezaron a aparecer, algunas familias decidieron tomar en cuenta el trabajo de los profesionales.

En resumen, el coronavirus dejó un montón de faena relacionada con esa etapa, pero también se perdió mucho tiempo tratando de buscar soluciones rápidas y genéricas para una época excepcional. ¡Imagínate!, no hay soluciones mágicas para casos de comportamiento que vemos todos los días… ¿cómo iban a haberlas (estandarizadas, digo) para una pandemia global?

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