A lo largo de los últimos milenios, los perros han sufrido una transformación paralela a la evolución del hombre. Desde la domesticación del perro, donde se buscó a lobos menos agresivos que empezaron a merodear alrededor de los asentamientos humanos, hasta su rol actual como animales de familia, el perro ha ido cambiando.
Estos cambios se reflejan en su biología, y también en su comportamiento. (Resulta imposible desgajar una cosa sin la otra.) Y, según varios estudios actuales, estaríamos presenciando una tercera gran adaptación, definida por la búsqueda de perros más sociables y calmados, capaces de integrarse en un estilo más y más urbano. Los avances científicos han revelado que esta evolución no solo es cultural, sino también genética: así, el papel de la hormona oxitocina, conocida por fortalecer los vínculos sociales, y los cambios en las expectativas humanas hacia los perros, están configurando una nueva etapa en la historia de la domesticación canina.
De dónde hacia dónde
Imaginemos una primera etapa: del Neolítico a la historia moderna. En esta primera domesticación del perro (entre los 40.000-14.000 años, según distintas fuentes), los lobos salvajes se acercaron hacia asentamientos humanos. La selección natural favoreció que los lobos menos agresivos se pudieran seleccionar, poco a poco, y utilizar para tareas de vigilancia, caza y protección.
Hasta la Revolución industrial, los perros se escogieron, principalmente, en base a criterios funcionales, como los citados arriba. A partir de entonces, entraron en juego las preferencias estéticas por cuestiones sociales (como tener animales como símbolo de estatus, por ejemplo) y las razas empezaron a crearse con la idea del “animal de compañía”. No obstante, mayoritariamente, el perro se mantuvo como un animal de trabajo.
En las últimas décadas, no obstante, esto habría vuelto a cambiar. Hoy, las familias buscan compañeros más tranquilos y adaptables, sobre todo, enfocados a poder vivir en espacios urbanos y entornos más sedentarios. Esta selección no solo implica cambios de comportamiento, sino también adaptaciones genéticas relacionadas con la sensibilidad a la oxitocina, como se ha observado en estudios recientes sobre la interacción social de los perros con sus dueños
Adictos a la oxitocina
Algunas ideas sobre la domesticación del perro
- Impacto del cambio de animal de trabajo a animal de familia. Integrar a los perros en hogares modernos ha reducido su independencia: antes eran valorados por su utilidad, ahora lo son por su capacidad de formar vínculos afectivos y de adaptarse a dinámicas familiares. Este cambio plantea desafíos para los perros, como menor tolerancia a la frustración y comportamientos ansiosos en entornos desconocidos.
- Mayor probabilidad de sobreprotección y perros menos independientes. El creciente deseo de proteger a los perros de cualquier fuente de estrés ha generado una tendencia hacia animales con menor autonomía. Estas conductas pueden ser contraproducentes, porque limitan las oportunidades de los perros para desarrollar resiliencia y habilidades adaptativas. Sin embargo, un perro de hace 100 años tenía más facilidad para adaptarse que uno actual, y hay que tenerlo en cuenta.
- Se vuelve todavía más importante una crianza responsable. La solución no debería partir de una selección cada vez más adaptada a la vida en la ciudad (en muchos casos, los estudios hablan de perros de trabajo, por ejemplo, como los perros de terapia), sino en dedicar tiempo y educar a los perros para facilitarles ese equilibrio entre dependencia y autonomía. Por lo tanto, es básico ofrecer entornos que les permitan expresarse con libertad, sin sobreprotegerlos, para evitar problemas conductuales y mejorar su bienestar.
De trabajador a compañero de piso
Brian Hare y Vanessa Woods ya avanzaban estas conclusiones en Genios (un libro que os recomendé hace unas semanas aquí). Según ellos, la domesticación ha alterado genes e influido en las habilidades, cambiando al perro de un perfil “trabajador” al de “compañero de vida” y, por lo tanto, modulando su comportamiento y biología. Esto no es malo en sí mismo, sino fruto de la época y de los cambios sociales.
La tercera ola de domesticación de los perros es un fascinante ejemplo de cómo los humanos continúan moldeando la biología y el comportamiento de esta especie. A menudo, sin tener presente los cambios en el bienestar y cómo las expectativas hacia el perro van cambiando. Estoas modificaciones también modifican las características genéticas y sociales de la especie, y debemos ser responsables. Por ello, este proceso ayuda a reflexionar sobre nuestro papel, que debería fomentar una relación equilibrada, donde los perros puedan desarrollarse plenamente, garantizar su salud y felicidad.