Hace unos días, Pedro Sánchez decía que el cambio climático mata. La realidad es que lo que mata son las decisiones políticas y sociales, pero es un primer paso (aceptar que el cambio climático es algo real), no cabe duda.
Con los animales, muchos sentimos que está pasando lo mismo.
Muchos animales quedaron a su suerte
Muchas activistas afirman que luchar por una causa no reduce el valor del resto, por mucho que sea habitual que si mencionamos los 42.000 pollos de la granja avícola ahogados, o los 3.000 cadáveres de explotadores ganaderas, alguien nos diga que han muerto más de 200 personas. O peor, equis recursos materiales (porque hay gente que antepone un coche a una vida, esto es así). También hay perros de caza que se ahogaron en sus jaulas, como denunciaban algunas cuentas de Instagram, y otros muchos que es probable que fueran dejado atrás. La dana, el cambio climático, estas tragedias no avisan.
Hay cara buena. La ayuda también ha llegado, por descontado: la Generalitat valenciana activó puntos de atención, rescate y centros de acogida, las protectoras y voluntarios se han volcado de forma altruista (nunca defraudan) y salvar animales ha sido prioritario tras los primeros momentos de la catástrofe.
La gente se ha coordinado para salvar a cuantos animales sea posible.
Falta preparación
Ha sido una catástrofe. Han habido errores graves a nivel institucional (la alerta cuando había llegado lo peor, hacer caso omiso a la AEMET, ridiculizar a los meteorólogos, quitar ayudas…), pero la realidad es que ningún punto de España (ni las grandes ciudades siquiera) está preparado para esto. Falta mucho.
Hay lecciones y deberes que deja la dana de Valencia, a nivel político e institucional, pero también en relación con los perros, los gatos y todos los animales.
No hay protocolo de rescate de animales. ya lo comentamos el otro día.
La ley de bienestar animal no está funcionando con la inmediatez que debería. (Y ahí tenemos el aviso de los veterinarios sobre aguas estancadas y vectores de enfermedad, animales abandonados en tiendas como Kiwoko, grupos de bomberos de Francia y Portugal para rescate de animales y personas, y un largo etcétera.
Los destrozos en las protectoras, que hacen lo que pueden: como Modepran Valencia, que se están buscando la vida y tirando de solidaridad a tope, para reconstruir, acoger, cuidar, trasladar… Y esta entidad es de las grandes: las pequeñas, todavía lo tienen peor, por desgracia (aunque el volumen de perros, pesa).
Antes era malo; ahora, mortal
Cuanto más metido estás en el mundo animal, más observas cómo el voluntariado sostiene una inmensa mayoría de actividades.
A medida que la crisis climática avance, esto parece poco sostenible, y revela, una vez más, la dificultad de profesionalizar un sector que todavía está muy vinculado a las viejas tradiciones. Hasta ahora, esto era malo; desde hace un tiempo, ha empezado a ser mortal. Si no queremos que los animales sigan siendo tratados como cosas, busquemos nuevas formas de tratarlos, y protegerlos.