En 2010, mi madre me regaló a Dana. Todo empezó ahí. A mí me encantaban los animales, pero recién empezaba a trabajar en marketing y publicidad, con veintipocos años, y tenía la estúpida idea (hoy, me lo parece al menos) de que había que trabajar en cosas que dan mucho dinero para, luego, disfrutar de la vida y de lo que te gusta.
Dana no había recibido una buena impronta (se ve claro) y, después, la encerraron sola durante varios meses en un cubículo/expositor de tienda. Su etapa de sociabilización (2-4 meses) fue una mierda también casi inexistente. Y fue un error comprarla, por descontado, pero un error que me ha hecho muy feliz durante casi 11 años ya. (más…)