Me he separado: ¿quién se queda a los perros?

Dog'N'Roll - Argos (Mallorca, 2012)

Esta no es típica entrada que te va a resolver quién se queda a los perros o a los gatos, sino un testimonio sobre lo que yo hice y aprendí durante mi separación. Aun así, a lo largo del texto hay enlaces sobre situaciones estándar que te resultarán de utilidad si te encuentras en un momento similar.

Antecedentes: ¿quién se queda con los «bichos»?

Entre 2019 y 2020, mi pareja de la época y yo nos divorciamos. En esos tiempos, en la casa, había cuatro perrosDana (10), Argos (9), Foc (12) y Dae (4)—, dos gatos —Teo (9) y Nymeria (9)— y, por avatares del destino, una cerda vietnamita en acogida, Peggy Sue. Quizá, algunos/as conocéis a Argos (un mix de mastín que me acompaña a trabajar), Dana y Foc son pastores alemanes, Dae una mix de terrier ciega.

Si lo habéis vivido, ya sabéis lo que es una separación. Estrés, malos momentos, cambios… En mi caso, se convirtió, también, en una depresión. En cualquier caso, no quiero hablar de mí, sino de cómo afectó a mis perros y a mis gatos (los que se quedaron y los que se fueron) y qué cosas aprendí, tanto antes como durante y después.

Intentaré que esta sea una entrada informativa, aunque adelanto que habrá por aquí rastros de emotividad, que conste. Si no te convence, quizá debas leer otro post de este blog (¡hay unos cuantos!); y si buscas información legal, te recomiendo estos dos artículos en español:

El resumen es…

que lo ideal, como suele suceder, son los acuerdos amistosos; una “custodia compartida” en la que se establezcan regímenes de visita…vamos, como un hijo.

Dana, Argos y dividir la manada

En 2019, Conectadogs se resquebrajaba: problemas con la propietaria del terreno, fragmentación del equipo, cansancio generalizado; la asociación animalista-social no cuajó. Habían varios proyectos en marcha, entonces: RESTART para perros reactivos, con Ron y Strady, la estructura de un voluntariado enfocados a CRAEs y protectoras —que no arrancaba, ni arrancó— y una cerda vietnamita rescatada, que nadie sabía muy bien qué hacía ahí.

Ese año, yo pasaba mis días entre trabajillos de marketing y educación canina (entonces, con Dog’N’Roll), mi voluntariado y la gestión de una casa con muchos animales, y una relación de pareja que había hecho aguas (y yo, sin saberlo).

Foc y Dana / 2018
Foc y Dana en Cervelló. La foto es de 2018.

La cuestión es que, cuando hubo que abandonar el terreno, la cerda acabó en mi casa y, a los pocos días, mi expareja tuvo una charla conmigo, me dijo que necesitaba tiempo (no aclaró para qué) y desapareció. Era julio de 2019. En los seis meses siguientes, me ocupé de 4 perros, 2 gatos y una cerda vietnamita, hasta que entre enero y marzo de 2020 (poco antes de la Covid-19) dije que, hasta aquí, y nos sentamos para separarnos definitivamente.

No fue (tan) sencillo, pero, por lo menos, aprendí cinco cosas.

No adoptes sin un plan

En mi caso, por no saber decir «no», acabé con una cantidad de animales en casa que no podía gestionar ni cuidar. Negarse a adoptar si no estás preparado o no tienes los recursos, no es ser mala persona: es ser responsable.

Cuando echas la vista atrás, te das cuenta de que, si tienes que trabajar siempre más de la cuenta, exprimir los recursos, acabar reventadísimo cada noche y vivir (casi por completo) por y para los otros, hay algo no encaja.

Todo eso, te pasa factura. Si no estás convencido/a de que quieres adoptar a un perro, no lo hagas. Te ahorrarás un buen número de responsabilidades (y te perderás otras cosas, claro) y evitarás crear un entorno peor para ti y para los tuyos. ¡Ojo! Esto no va de… “no adoptes”, sino de “adopta con cabeza… y corazón”, pero no solo con corazón y sin cabeza.

Priorízate tú para dar a los demás

En cualquier relación es importante priorizarse uno y llegar a acuerdos con los demás (pareja, amigos, familia, etc.); poner límites es imprescindible y, quien no quiera respetar tus límites, no te respeta a ti.

No quiero esto.

No voy a tolerar aquello.

O, en este caso… No considero que sea buen momento para tener otro perro; no tengo energía para cuidar más animales, etcétera.

Si la otra persona ignora tus necesidades, a esa persona no le preocupa tu bienestar. Si tú mismo/a, ignoras tus necesidades, también petarás (antes o después).

Poner límites es sano y necesario para la convivencia.

Hablemos de perros o de personas.

Tu salud física y mental, delante; y la de los tuyos, también

Tras la separación, tienes que darte tu tiempo, cuidarte, etc. Si tú no estás bien, los que te rodean o aquellos que dependen de ti (perros) tampoco van a estarlo.

Quizá el quién se queda a los perros (o bichos), puede esperar si les damos un entorno coherente, estructurado y equilibrado mientras resolvemos las “cuentas pendientes”. ¿No deberíamos hacer esto en cualquier separación?

Que los niños no sufran (o sufran lo menos posible).

Para los perros, igual.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Javier Ruiz (@javruiz)

Dana representando aquella famosa escena de El Padrino.

No confundir cuidarse con egoísmos

Cuando adoptas o incorporas a un animal a tu vida, lo haces tú, y (tú) tienes la obligación de seguir adelante en lo bueno y en la malo. ¿Cuántas veces nos “deshacemos” de los perros cuando “me he separado”?, o cuando me despiden del trabajo, o cuando se cansa el niño, y…

Esto debería quedar fuera de cualquier discusión (aunque, tristemente, no siempre es así, y los educadores/as lo vemos a menudo, además); adoptas a un perro sabiendo que nada es 100 % seguro en la vida, excepto tu responsabilidad hacia él o ella. ¿No es triste que esto sea lo primero que pinche?

Por otra parte, eso no quiere decir que tengas que darle el 110 % a tu perro; si no puedes dar ni el 60 %. Tómate tu tiempo (tus tiempos) y avanza, paso a paso. Si te rompes una pierna y tienes que contratar a un paseador canino, ya volverás a pasear con tu perro, pero ahora, no puedes; quizá si estás mal psicológicamente, tengas que hacerte un planteamiento similar.

Puede parecer que lo que digo en el punto anterior es que me arrepiento, pero yo no me arrepiento de nada de lo que he hecho. Hay que ir con la idea de «con lo que sabía, lo hice lo mejor que pude» y aprender del pasado; flagelarse, que se flagele otro.

El problema es que si entras en una dinámica de «yo puedo con todo», acabarás apagando fuegos a diario y, cada vez, será más difícil parar, coger distancia y ver hacia dónde diriges tus pasos. Antes o después, lo tendrás que hacer, pero a medida que el famoso burnout se extiende y, cada vez, se vuelve más difícil.

En mi caso, esto se aplica más a antes de separarme que a después, pero creo que sirve para ambas situaciones.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Javier Ruiz (@javruiz)

Los cuatro perros con los que conviví hasta 2020 y Dama, una dálmata que tuve de guardería por aquella época.

Los animales no tienen la culpa

Pase lo que pase, los perros no tienen la culpa de que te separes. Incluso cuando estamos enfrentando (o afrontando) casos de modificación de conducta, ellos son animales que (nosotros) hemos decidido incorporar en  la familia y cuidar toda la vida.

A partir de aquí, no es fácil, pero hay que encontrar una solución, y la solución perfecta no existe. Yo hice dos duelos (aunque de esto, te hablo en el punto siguiente), uno por mi relación y otro por los animales que no volvería a ver, o difícilmente.

Aquí, podemos hacer tres cosas:

  1. Asegurarnos de que van a estar bien atendidos y cuidados
  2. Tratar de crear un acuerdo que respeten y cumplan las dos partes
  3. Mirar por ellos: en mi caso, por ejemplo, acordé con mi expareja que Dana y Argos que habían crecido juntos quedasen conmigo; los otros dos perros y los gatos quedaron con mi ex.

¿No tenía sentimientos fuertes por los otros dos perros o los gatos? Por supuesto, todavía hoy (han pasado dos años) lo paso mal, me pongo triste, pero me reconforta saber que están en una familia y que lo hice lo mejor que pude, que mis aciertos y mis errores son míos; y los aciertos y los errores de terceros son de otros y de otras.

El periodo de duelo y la culpa

Cuando llega el momento de separar caminos, piensas que nunca iba a pasar.

Muchos hemos pensado algo así cuando se acaba una relación.

A mí no me avergüenza decir que el duelo de la relación se me hizo casi igual de duro que el duelo por mis animales. No volver a ver a la mayoría, cambiar completamente la dinámica de la relación humano-animal, generar grandes cambios en mi día a día…

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Javier Ruiz (@javruiz)

En Mallorca, en 2012, en la fotografía están Dana, Argos, Caos († 2015) y los gatos Salem († 2012), Teo y Nymeria.

De golpe, mi jornada diaria se despejó un 80 %. Volvía a estar soltero y tenía a dos perros educados, sénior y cuyas necesidades nada tenían que ver con gestionar una casa con 4 perros, 2 gatos, 1 cerda y 1 pájaro (¡que se me había olvidado Pepe!).

Pepe falleció a los pocos meses de mi separación, por cierto.

El duelo es algo complejo (el duelo por la muerte de tu padre, y por la muerte de tu perro), con sus fases, y es importante seguirlas, tomarse su tiempo y asumir la culpa. En una separación sana, la culpa entre dos personas está repartida; a partir de aquí, hay que caminar día a día, reconectar con uno mismo, y, en este punto, los perros suelen ser de gran ayuda. Quizá no el primer día, pero sí el resto de los días de tu vida.

Los reyes de la adaptación, los perros

Es importante entender que los perros llevan miles de años adaptándose a nosotros. Esto no es una excusa para que hagamos lo que nos dé la gana, o tomemos decisiones sin pensar en su salud y bienestar. Sin embargo, antes o después, y con una guía coherente, los perros se adaptarán.

Dog'N'Roll - Argos (Mallorca, 2012)

Hoy, probablemente, tomaría precauciones para presentar a Dana y Argos a Foc y Dae, y viceversa, aunque durante años convivieran juntos; y algo similar con los gatos. No es que los animales no creen lazos afiliativos, sino que ellos no razonan, ni viven más allá del presente. ¿Un perro tiene memoria olfativa? Por descontado, y “recuerda”, principalmente, a través de ella a largo plazo. Por eso, Foc o Dae me recuerdan de una forma; Teo y Nymeria (como gatos), de otra; ¿es triste? Según, sobre todo, es, y las cosas que son, hay que aceptarlas.

¿Quién se queda a los perros y a los gatos? es solo una pregunta; la cuestión, como casi siempre, es valorar quién debe hacerlo y porqué; quién puede hacerlo y porqué; qué quiere cada una de las partes y, sí, cuáles son sus razones. Las cosas se acaban porque no pueden seguir siendo (me está quedando esto muy aforístico); la vida sigue.

Un comentario

Deja una respuesta

Compártelo:

Entradas relacionadas

¿Te envío contenido muy animal? Sin spam. ;-)