De elegir un buen profesional canino depende el bienestar de tu perro. Mucho cuidado con los «magufos» y los maltratadores

De elegir un buen profesional canino depende el bienestar de tu perro. Mucho cuidado con los magufos y los maltratadores

Escoger a un buen profesional canino, que se adapte al tipo de educación que buscamos para nuestros perros es crucial. En estas circunstancias es habitual que aparezcan dudas relacionadas con las tendencias o corrientes en la educación canina, los métodos o especialidades.

En particular, es vital saber qué preguntas hacer y qué perfiles deberíamos evitar, si buscamos a un profesional actualizado. A continuación, te lo explico un poco más en detalle.

Perfiles profesionales

En el mundo canino, distinguimos tres perfiles centrados en conducta (que pueden combinar varias especializadas), el educador, entrenador y etólogo:

En la actualidad, muchos educadores caninos cuentan con mucha formación en etología y análisis conductual, pero solo un veterinario que, además, se ha especializado mediante máster en etología puede apoyarse en medicina del comportamiento. Por todo ello, vale la pena preparar una lista de necesidades u objetivos y contrastar con la formación del profesional canino.

Claves para escoger a un profesional canino

Para encontrar a un buen profesional, te recomiendo que priorices perfiles que tengan conocimiento y experiencia. La mayoría de trabajos con familias requieren de una formación teórica, pero también de experiencia práctica para gestionar el caso. Por esta razón, echar un vistazo a su web, reseñas en Google o casos prácticos en redes sociales puede ser de ayuda.

En mi caso, durante los años que he trabajado con familias, muchos tutores llegaban a mí gracias al boca-oreja o los contenidos del canal de YouTube. (Por ejemplo, es básico saber explicar tu metodología de trabajo, pero tendemos a confiar en las etiquetas y el «sesgo de autoridad«).

Además, los métodos obsoletos (por ejemplo, la teoría de la dominancia) o el trabajo basado en obediencia, sin atender las necesidades emocionales o centrado en castigos físicos o psicológicos debería ser la principal «red flag». Para evitar sorpresas, prepara algunas preguntas (como estas) para confirmar el enfoque de trabajo (sobre todo, si hablamos de intervención en problemas de comportamiento), las herramientas utilizadas y asegúrate de que trabajan con métodos científicos y respetuosos.

Algunos comportamientos que deberían alertarnos:

  • Falta de un planteamiento de trabajo claro (que debería poder transmitir de forma divulgativa)
  • Exposición a situaciones que generen estrés, miedo o ansiedad en el perro
  • Evitar preguntas y utilizar su «etiqueta» como profesional

Sin embargo, es importante señalar que hay trabajos (sobre todo, de perros con miedo, ansiedad o frustración) que pueden necesitar la exposición al contexto «negativo» (aversivo). Por descontado, en una primera fase, se trabajará la gestión emocional y las herramientas de control, así como se realizará una exposición progresiva. ¿Eso quiere decir que será 100 % positivo para el perro? En muy pocos casos (el estrés forma parte de la vida, y la frustración: y pueden ser «vividos» como castigos). Como profesionales, debemos guiar, no azucarar la realidad tampoco.

En qué se basa un buen profesional para hacer su trabajo

Un educador, entrenador o etólogo competente, tendrá en cuenta tres puntos básicos.

Ante todo, priorizar el bienestar del perro: no se trata de cambios rápidos a costa del malestar emocional e incluso físico, sino de un trabajo controlado, medible y progresivo.

Para ello, se deben aplicar técnicas basadas en ciencia, como la teoría del aprendizaje y los métodos basados en condicionamiento clásico y operante, que también integrarán aprendizajes como el social, contextual y otros. En relación con esto, se trabajará, mayoritariamente, con reforzamiento positivo.

¿Por qué digo «mayoritariamente»?

Entender correctamente la etología y los trabajos de conducta supone también darse cuenta de que hay muchos tipos de castigo (retirar una pelota es un castigo; retrasar la entrega de un premio también puede serlo) y un buen profesional tendrá que utilizar distintas técnicas (desensibilización a los ruidos fuertes, contracondicionamiento ante estímulos, generar conductas alternativas frente a la reactividad, habituación a un bozal, etc.) para su trabajo. Sin embargo, siempre deben ser respetuosas, priorizar el bienestar y basadas en ciencia.

Huye de estos «profesionales»

Por estas razones, hay algunas banderas rojas y mitos que tener en cuenta. Ante todo, las especializaciones están por una razón y, a menudo, hay casos que necesitan un enfoque profesional múltiple (interdisciplinario).

El «yo lo resuelvo todo»… bueno, probablemente no lo resuelva, y lo haga de la peor forma imaginable.

También deberías tener cuidado ante equipos que eviten que veas, participes o te involucres en el trabajo: tú vas a pasar toda la vida con tu perro y necesitas basar vuestra relación y aprendizajes en el vínculo. Si te niegan participar en el proceso es porque quieren basarlo en… otra cosa (spoiler: cosas prohibidas, como hostias como panes, tirones, y chispazos).

Por último, las recetas milagro no funcionan (aquí tampoco). Los argumentos de venta basados en «arreglarte al perro como si fuese una lavadora» (esto es cosa de una sesión), desmerecer el trabajo de otros profesionales (muy habitual en adiestradores de la vieja escuela) y utilizar conceptos desfasados sin teoría científica detrás, deben quedar en el recuerdo. Ni es propio de un profesional canino, ni hace ningún bien en el sector.

En conclusión, para elegir un profesional canino: busca ética, ciencia y trabajos centrados en el bienestar de tu perro. Que no te dé miedo preguntar o comparar opciones, y tampoco dejar atrás a un perfil que no encaja contigo, tu filosofía o tu perro.

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