Estas semanas, varios medios han publicado los resultados un estudio (The prevalence of behavior problems in dogs in the United States) en el que se afirma que más del 99 % de los perros tienen problemas de comportamiento. Así, tal cual. Hablamos de 43.000 perros de distintas familias que muestran comportamientos (presuntamente, como bien apuntan en SrPerro) problemáticos.
Si fuese cierto, la cifra impresionaría, pero la realidad es que invita a la reflexión. Además, en lugar de enfocarse en los perros, por desgracia, parece apuntar a una percepción errónea sobre etología canina. ¿Están todos los perros “mal”? ¿O estamos aplicando un criterio inadecuado para evaluar su comportamiento?
En mi caso, voy a intentar defenderos que no se trata de si hay problema o no hay problema, sino para quién son problemáticos esos comportamientos.
Qué dice el estudio
El estudio recoge datos de los perros participantes en Dog Aging Project —sobre el que ya hablamos en el blog—, atendiendo a las distintas conductas problemáticas, que van desde el miedo a ruidos fuertes, demandas de atención, reactividad o ansiedad por separación.
En un gran número de casos, se ha considerado que los problemas de comportamiento caninos mencionados no tienen consecuencis graves (el clickbait, no es pequeño) y que se pueden considerar, a grandes rasgos, expresiones del carácter o reacciones ante el entorno en el que vive el perro.
Según 20minutos:
Entre las alteraciones más frecuentes, el 86% de los perros mostró comportamientos relacionados con la ansiedad por separación y el apego excesivo. […] Otro dato llamativo es que el 73% de los perros presentaba coprofagia, es decir, la tendencia a ingerir heces, mientras que más de la mitad (57 %) mostró algún tipo de agresividad y casi el 50 % padecía miedos o ansiedad ante estímulos del entorno, como ruidos fuertes o la presencia de personas desconocidas. […] Estos datos, aunque puedan parecer sorprendentes, coinciden con la realidad observada en España.
¿Lo preocupante? Tras leer no es que los perros tengan estas conductas —porque, a menudo, es perfectamente normal que las tengan—, sino que el entorno y las expectativas humanas tienden a clasificarlas automáticamente como «errores a corregir».
Por descontado, hay un amplio margen para acostumbrar (habituar), exponer, generar nuevos comportamientos y acompañar de forma respetuosa y científica, pero también una fina línea entre una conducta natural y un problema de conducta.
- ¿Es un problema que tu podenco… persiga una presa en movimiento?
- ¿Por qué nos sorprende el porcentaje de perros con ansiedad por separación? ¿Acaso no hemos seleccionado razas para que se apeguen a nosotros durante siglos?
- ¿Es raro que un border collie, criado para pastorear, muestre conductas naturales que se traducen en… inestabilidad en contextos de sobreestimulación?
Hace poco, hablábamos de esta cuestión en relación con la heredabilidad del miedo en otro artículo.
Problemas de conducta… ¿o conductas naturales?
OK. No voy a ser yo más papista que el Papa. En muchos casos, son problemas, ¡por supuesto!
Lo que quiero decir es que no podemos ignorar la selección genética (cría selectiva), el entorno habitual de equis razas o las necesidades específicas de una especie.
Muchas veces, donde percibimos un problema de comportamiento hay una expresión perfectamente adaptativa para el perro.
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Un perro que ladra al ver a un extraño no tiene por qué tener un problema: puede estar cumpliendo la función para la que fue seleccionado.
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La ansiedad por separación es otra cara de una tendencia natural del perro a vincularse socialmente, que requiere prevención y trabajo, no estigmatización.
En este sentido, hecho en falta más espíritu crítico. Entendamos un problema de comportamiento como una construcción (o «etiqueta») que nos permita establecer un problema (¿para quién?) y unos objetivos concretos. De igual modo, debemos valorar contra qué luchamos o qué expectativas tenemos. Si debemos habituar a nuestro perro a una ciudad, si necesitamos que deje de perseguir bicicletas o, por el contrario, si queremos un perro perfecto, de anuncio, que lo haga todo conforme a unas expectativas concretas.
Eso lo he visto un millón de veces.
En la mayoría de los casos, muchos “problemas de comportamiento” surgían por una falta de ajuste entre el perro y su entorno:
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Perros muy activos viviendo en contextos sedentarios
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Familias sin tiempo que adoptan razas que necesitan una elevada estimulación (voy a decir «high drive», no me apredréeis) y un «drive» claro por parte del tutor
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Ambientes urbanos que exigen al perro que gestione estímulos imposibles para él o ella
Y, luego, súmale la genética. Hay razas seleccionadas durante siglos para una función concreta que, al sacarlas de ese contexto, pueden generar dificultades. “No puedes pedirle a un perro que no haga algo para lo que se le ha seleccionado durante miles de años.”
¿Qué significa “problemas de comportamiento”?
Mi recomendación es que vigiles cuándo usas esta expresión (igual que perro «reactivo»). Úsala cuando te ayude a delimitar una conducta concreta (o conductas) que puede y debe cambiarse por el bien del perro y de la convivencia.

No digo que las personas tengamos que adaptarnos a cualquier «peculiaridad» del perro: prefiero verlo como un quid pro quo (donde el tutor es el responsable, por supuesto). Pero rechaza el uso indiscriminado de esta palabra, que patologiza al animal sin ningún análisis y promueve las respuestas «circulares».
Una conducta solo debería considerarse problemática si:
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Está afectando al bienestar del perro, o…
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…está dificultando la convivencia de una forma notable.
Sin embargo, en el momento en el que todos los perros tienen problemas de comportamiento, este concepto se vacía de sentido, como tantos otros. Además, induce a una necesidad de exigir una constante sobreadaptación al animal (algo que ya hace, por cierto, muy a menudo).
En lugar de preguntarnos cómo eliminar una conducta, deberíamos empezar preguntando:
¿Qué necesita este perro? ¿Qué te está comunicando su comportamiento?
No existe el perro perfecto. Pero ese no es el problema. La cuestión es que todavía hay mucha gente que sigue «buscándolo».